¿Cuántas veces un país puede soportar la misma decepción sin perder la esperanza? Para millones de aficionados mexicanos, cada Mundial es una mezcla de ilusión y temor. Se entusiasman, sueñan, se preparan… y aun así la historia parece escrita de antemano.
Desde hace tres décadas, el fútbol en México carga con una sombra que no desaparece: la obsesión del quinto partido. Una generación tras otra ha crecido viendo la misma película, con héroes momentáneos, goles inolvidables y derrotas que se sienten como traiciones al corazón.
Y hoy, mirando hacia 2026, la pregunta vuelve a doler: ¿podrá México romper su propia maldición?
La barrera imposible
El repaso es tan conocido como desgarrador. En 1994, México clasificó como líder de grupo, pero se desplomó con tres penales fallados consecutivos ante Bulgaria. Cuatro años después, en 1998, el gol del “Matador” Hernández encendió al país, solo para ver a Alemania remontar y borrar el sueño.
En 2002, llegó quizá el golpe más doloroso: Estados Unidos, el rival más incómodo, eliminó al Tri con un tanto de Donovan y la expulsión de Márquez. Después vendrían los capítulos contra Argentina: el golazo de Maxi Rodríguez en 2006 y el poderío de Messi en 2010.
En 2014, Giovanni dos Santos despertó la ilusión con un gol histórico, pero el penal señalado sobre Robben abrió una herida que sigue ardiendo: “No era penal”.
Un dolor que une a un país
La frustración continuó en 2018, cuando México ilusionó al mundo venciendo a Alemania, solo para derrumbarse ante Brasil. Y el capítulo más oscuro llegó en Qatar 2022, donde el Tri quedó eliminado en fase de grupos, sin goles en los primeros dos partidos.
Cada Mundial dejó una cicatriz que la afición recuerda con precisión quirúrgica: los penales fallados de 1994, la remontada alemana en 1998, la humillación ante Estados Unidos en 2002, el eterno “no era penal” en 2014 y el fracaso de 2022.
2026: el desafío en casa
Con México como anfitrión del Mundial 2026, la presión alcanza niveles nunca vistos. El país no solo espera un buen papel: exige romper la maldición. Treinta años de frustraciones pesan en cada camiseta, cada grito y cada análisis.
“El quinto partido no es la meta, ahora es la obligación”, repiten expertos y aficionados.
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