Una mujer de raíces nahuas lloró al escuchar el Testamento de Tecuichpo. A su lado, su nieta preguntó: “¿Por qué nos escondieron esa historia?”. No hubo respuesta inmediata. Pero ese silencio fue el mismo que por siglos ocultó el orgullo indígena en México. Hoy, se empieza a romper.
Un acto simbólico, un mensaje contundente
La Presidenta de México, Claudia Sheinbaum Pardo, encabezó la ceremonia “Siete Siglos”, un evento que conmemoró los 700 años de la fundación de México-Tenochtitlan. Allí, dejó claro que recuperar nuestro legado indígena no es un capricho cultural, sino una necesidad histórica.
“Erradicar el racismo no es una opción, es una obligación”, afirmó al inaugurar el memorial “Siete Siglos”, que honra la grandeza del pasado mexica, pero también denuncia la herida abierta por siglos de discriminación.
Claves del mensaje presidencial
- Reconocer a Tenochtitlan es aceptar que nuestra identidad actual nace de ahí.
- El racismo es una herencia colonial que aún pesa en las estructuras sociales y políticas.
- La Cuarta Transformación busca saldar la deuda con los pueblos originarios.
- Sus derechos ahora están garantizados en la Constitución con presupuestos directos.
Una memoria que se activa
Durante la ceremonia, se presentó una puesta en escena con representaciones artísticas sobre la fundación de Tenochtitlan, la lucha por la libertad, el esplendor mexica y el México contemporáneo. También se leyó el Testamento de Tecuichpo, interpretado por la actriz Mercedes Hernández.
La arqueóloga Lorena Vázquez Vallin resaltó los avances de esta civilización: medicina, astronomía, agricultura, arquitectura, política… Un legado que sigue vivo en nuestras costumbres, en nuestro idioma y hasta en el escudo nacional.
“Los gobiernos que tienen el valor de pedir perdón por las atrocidades del pasado, no se debilitan, se reconcilian”, sentenció Sheinbaum, en una frase que resonó como eco de siglos de silencio.
¿Y tú, reconoces ese pasado en tu presente? Porque solo con memoria podemos construir justicia.
Déjanos tu opinión. ¿Debe México reconciliarse con sus raíces indígenas?
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